“No están listos para nosotros”
James Cambrone dijo que Platense no sabe lo que le espera en la serie final ante San Isidro. Pero también habló de su vida y de su gran presente.
"Te dije que vengas a esta hora así tenía tiempo para dormir una siesta. Es una de las tantas costumbres que se me pegaron de Argentina", dice James cuando me recibe en su departamento de calle Salta. Con lo que nunca pudo amigarse -y por ende no amenizará la charla- es el mate.
Me hubiera venido bien para calmarme ya que me tenía un poco inquieto el tema de desempolvar este inglés adquirido en la "Guns N' Roses & HBO University" que cultivé durante mi adolescencia. Pero un par de chistes y la conexión es exitosa.
La idea era que no haya barreras idiomáticas para hacer un viaje en el tiempo por la vida y la carrera de James Cambronne. Porque que es uno de los pilares fundamentales de esta histórica campaña de San Isidro, todos lo saben. Pero que de chico jugó al tenis y que si no fuera por un sorpresivo estirón hoy no sería basquetbolista, o que a pesar de haber jugado en Inglaterra y España no dudó ni un segundo cuando le propusieron venir a nuestro país, o que ama el asado y se siente amado cuando camina por las calles de San Francisco... no tantos lo conocen.
Obviamente que el tema que nos convoca es la inminencia de la gran final por el ascenso y "Jay" no le esquiva a la cuestión: "Siento que Platense no está preparado para San Isidro: no hay otro equipo en la liga que haya trabajado tan duro como nosotros. Estamos a dos días de la primera final y seguimos partiéndonos el lomo, con Seba no existe tal cosa como relajarse".
Le encanta la idea de entrar en la historia de la ciudad, donde se siente como en familia, pero nunca se hubiera imaginado estar ante esta posibilidad.
"No empecé a jugar al básquetbol hasta los 14. Solía jugar con mis amigos pero era muy malo, me gustaba el deporte pero no era lo mío. Antes jugaba al tenis y era muy bueno. Pero ¡de repente me hice alto!. Cuando entré a la secundaria medía 1,71 y pegué un estirón importante: llegué a 1,95. Entonces me empecé a interesar más", recuerda el estadounidense.
"Al principio me limitaba a defender y bloquear, porque seguía siendo muy malo, no sabía anotar, no tenía técnica. Pero un verano lo cambió todo: de segundo a tercer año, cuando ya medía casi 2 metros encontré un entrenador que me hizo practicar todos los días. Todo empezó a cambiar muy rápido, me convertí en titular en el equipo de la escuela, comenzaron a llegarme ofertas de la Universidad. Fue una locura", rememora con una mueca de satisfacción en el rostro.
Todo se precipitó y llegó la posibilidad de emigrar a Europa. Su primera escala fue Inglaterra, donde por idioma y nivel de juego hizo una buena adaptación. En España la cosa se puso más seria: "Fue mucho más difícil y competitivo. Pero después de un tiempo me acostumbré. Era un buen equipo y una buena ciudad. Me gusta estar en lugares donde te sentís cómodo y podés concentrarte en el juego. En muchos otros equipos la presión es mucho mayor porque siempre están cortando jugadores, entonces tenés miedo de que si no jugás bien te manden de vuelta a casa".
Sin pensarlo dos veces
Para Cambronne sonó como un desafío muy seductor venir a jugar a la Argentina. No fue como en tantos casos que escuchamos eso de "no sabía nada sobre el país". Casi lo contrario: "En Estados Unidos sabemos que Argentina es fuerte en básquetbol. Por Manu y por el estilo de juego. Si te vas del país hay dos lugares donde ir: España o Argentina".
Unión de Santa Fe fue su primer destino, le gustó la ciudad pero se llevó una sorpresa: "El básquetbol argentino me pegó fuerte: por el nivel de juego, por la agresividad física, por la exigencia. No entendía por qué el rival me pegaba tan fuerte y después del partido me venía a abrazar. Llegar a este básquet hizo que lo de España pareciera pan comido. Me tomó un tiempo comprender que lo que pasa es natural: acá quieren ganar y hacen lo que sea para ganar".
Cuando llegó a San Francisco su primera reacción fue "Guau, esto sí que es chico". Pero rápidamente se sintió como en familia. "Apenas llegué vi que me atendían bien, me dieron un lindo departamento, la gente es muy buena, todo lo hacen en familia, se juntan a comer asado. Y eso me encantó", asegura.
San Isidro representó un click en su carrera, desde lo personal. "Yo juego para ganar. Así lo hice toda mi vida, pero por alguna razón nunca me propuse ganar un campeonato porque estaba acostumbrado a pasar un año en cada club y las aspiraciones no son muchas. Pero acá todo cambió. Cuando empezamos a ganar me llevó a pensar 'esto es enorme'.
"Cuando la gente se te acerca emocionada decís 'esto realmente está pasando'. Ahora mis ambiciones se dispararon. Quiero ganar este título, ascender y jugar en la Liga Nacional".
La ilusión no es solo suya, su familia también vibra a la par: "Están todos emocionados. Mi papá vino de visita y me dijo: 'Definitivamente tienen un buen equipo y pueden llegar lejos'. Y tiene razón. La razón por la que tengo tantas expectativas es porque sé el equipo que tenemos, lleno de buenos jugadores, buenas personas y un gran entrenador".
No hay dudas de que Torre lo sorprendió: "Nunca había tenido un entrenador tan joven. Es algo loco, muy loco, pero él sabe exactamente lo que estamos haciendo. Estoy convencido de que ningún equipo trabaja más duro de lo que lo hacemos nosotros. Y lo seguimos haciendo, porque con este entrenador no hay chance de relajarse en ningún momento".
Ya se acercaba la hora del último entrenamiento antes de partir hacia Buenos Aires para la gran serie final y no se podía evitar hablar del rival: "Lo estuvimos estudiando, creo que son un buen equipo, por algo llegaron a la final. Pero nosotros nos sentimos más fuertes que nunca. Venimos de definir tres series en el quinto partido. Si no nos sentimos duros ahora ¿cuándo lo vamos a hacer?. Estamos confiados y sabemos lo que hay que hacer. Platense es un buen equipo pero creo que no están preparados para nosotros. Nuestro nivel de juego es otra cosa, nuestra defensa es durísima, corremos muchísimo... simplemente creo que no están preparados para nosotros".
"Creo que
ni si quiera a ustedes les gusta el mate; lo toman porque están acostumbrados a
hacerlo desde que son chicos", bromea James haciendo cara como si lo estuviera
probando en ese momento. Lo que sí ama es el asado: "Es mi costumbre favorita
número 1 de Argentina". Le gusta el
rap, Drake es uno de sus favoritos. Entonces, en el pin pong, elige a Drake
sobre La Mona: "No me gusta el cuarteto, no soy de bailar", se excusa. Entrando al
rubro gastronómico sí gana lo argentino. La pregunta es: ¿Kentucky Fried
Chicken (la tradicional cadena de pollo frito) o asado? "Asado, sin dudas. Es
lo que más amo de la Argentina. Acá tienen la mejor carne, pero también me
encanta todo lo que lo rodea: juntarse con amigos, relajarse, charlar". La pregunta
incómoda: ¿Las mujeres de Estados Unidos o las argentinas? Duda un buen rato y
responde poco convencido: las de allá. "Al mate le
di como 5 o 6 oportunidades y no hay forma. Tiene ese gusto extraño... pero veo
que a ustedes les encanta. A veces estamos en la práctica, son las 9 de la
mañana y están a full con el mate. No lo puedo entender", ríe. Asado sí;
mate no